Los discursos alternos.
Con casi toda seguridad, más de una vez se habrán topado ustedes con discursos alternos -por llamarlo de alguna manera- en todo tipo de sitios. Uno de los más recurrentes: los baños públicos. Fue en la secundaria, en aquella hoy ya destruida Vocacional Carlos Marx, cuando por primera vez me encontré con los mensajes que proliferan en estos lugares. Con una mezcla entre ingenuidad y adolescente morbo, me gustaba leer los mensajes que otros dejaban en los baños, y así pude enterarme de ocultas relaciones, de traiciones casi imposibles, opiniones sobre profesores, consejos para sacar buenas notas, para eludir las actividades agrícolas, y quizás algún otro que ahora no recuerdo. Curiosamente, no tengo ningún recuerdo del baño de la Facultad de Periodismo. O quizás era que como compartíamos baño los hombres y las mujeres, había un poco más de timidez en el asunto de la mensajería o las secciones de catarsis. Tampoco recuerdo ningún otro baño tapizado de mensajes. Debe ser porque como la situación de los baños públicos en Cuba es tan penosa, una está más ocupada en intentar salir ilesa de ellos, que en leer las paredes.
En mi largo deambular por miles de baños públicos en diferentes partes del planeta, he llegado a ciertas generalizaciones: en Belice, por ejemplo, los baños públicos son tan inmundos que es imposible entrar. Son casi como esas alcantarillas descubiertas que aún bordean las calles de Belize City, y en las cuales, si tienes la desgracia de resbalar y caer en ellas, podrías contraer cualquier tipo de enfermedad o maldición. Los otros baños públicos: de restaurantes más o menos decentes y oficinas de gobierno, pecan de una limpieza casi enfermiza, y de un silencio aterrador en sus paredes. En México, los baños públicos son poco menos que un periódico, con secciones de aprendizaje del Kamasutra incluidas. Como nunca entré a ningún baño de hombre, sólo pude leer insultos en contra del género masculino; o en contra de algún amante en particular. Las paredes de estos baños son poco menos que unas crónicas de la sexualidad. En general, el tema de los baños en México se limita a la sexualidad: quién está con quién, cómo la tiene fulano, qué tan bien o tan mal lo hace, cómo se debe hacer esto o lo otro, y cuestiones por el estilo.
Al llegar a Estados Unidos, sin embargo, la temática varió por completo. Hay un baño al que le tengo especial afecto, porque en sus paredes no solo he aprendido el poco "slang" que domino en inglés, sino también porque son tan divertidos los letreros que no puedo dejar de preguntarme cómo a alguien se le ocurre ir al baño a escribir esas cosas. Me refiero al baño de Joe´s Place, un bar en el centro de la ciudad, en la esquina de la Universidad. En sus paredes se establecen verdaderos debates políticos y culturales: que si Bush es buen presidente, que si es un imbécil, que si están en contra de la guerra en Irak, que si abogan por más becas para los estudiantes; se habla de cine, de tolerancia hacia las minorías, hacia los homosexuales, hacia esto o lo otro. Una verdadera joya de la comunicación. Ahora mismo no puedo reproducirlos todos, tendría que ir allá y copiar algunos para que ustedes puedan tener una idea. Pero me sentiría un poco rara copiando en una libretica lo que leo en las paredes.
De todos los signos no convencionales que hablan por las ciudades, los de los baños son los más ocultos. Pero hay muchos otros que rozan la genialidad, o lo cómico. Recuerdo que en la esquina de mi edificio en La Habana, en una cafetería llamada El Recodo, vendían "perros de ave" (traduzco: perros calientes o hot dogs, pero de ave).
En fin, que las calles -y otros espacios más privados incluso- están llenos de voces que nos hablan. Me gusta ir descubriendo lo que tienen que decir esas voces, ir viendo la ciudad como un sitio marcado, lleno de mapas que no siempre nos es dado percibir o leer correctamente.