A miles de kilómetros de distancia, alguien pronuncia mi nombre al aire. Pasa como un flashazo, imperceptible para los desprevenidos, para todos aquellos para los que esa voz, diciendo ese nombre, no significa nada, sólo los ocho o diez segundos que ocupa en las ondas radiales. Pero ese nombramiento llega lleno de besos y abrazos. Aquí, en este lugar casi antiséptico, reconocer una voz que no escucho hace cientos de años, me estremece un poco. La persona dueña de esa voz tiene una vida que desconozco casi por completo: sólo alcanzo a imaginar retazos, y a base de esos retazos, he ido hilvanando una historia, casi como si estuviera cosiendo una sobrecama de empates. No sé cuánto de real hay en la vida que le he inventado a esa persona. En esa vida, incluso, estoy yo. Tenemos conversaciones imaginarias, largas y distendidas como las que en verdad podríamos tener en la vida real, o en la vida que ven los demás. No recuerdo ahora cómo logré tal empatía con esta persona. La conocí hace más o menos, 15 millones de años. Yo era una niña dulce que venía de otro planeta, que desconocía por completo la realidad. Mi planeta era muy parecido a una pecera. Todo era perfecto y controlado dentro de las paredes de cristal en la que vivía. Incluso, sospecho ahora que nos ponían motivos alegres, cuadros hermosos donde era posible la esperanza, para que miráramos. Un día, salí. Y me encontré sola, con una maleta enorme, frente al mar. Quería entonces abarcarlo todo, pero por más que abría mis brazos, algo quedaba siempre afuera. Aprendí a vivir así, mirando las olas e imaginando cómo sería todo más allá. Aprendí a vivir también con una maleta detrás de la puerta. Renuncié a la pecera, al mar y me pinté alas. Desde entonces he vivido más de una vida, tal vez cuatro o cinco. Tal vez miles. En ninguna ha estado esta persona. O ha estado en todas. Es una presencia que no necesita ser. Un día hablamos mucho del futuro, de ese futuro que nos estaba separando ya antes de existir. Pero no hubo tristeza. Sabíamos que en algún lugar, algún día, nos reencontraríamos. A veces no es necesario poner punto final, ni siquiera punto y seguido. Bastan dos puntos para que todo adquiera lógica, para que todo sea tan natural como el mar rompiendo en el malecón, o la lluvia rodando calle abajo. Esta persona tiene nombre, una profesión.Tiene sueños y muchas dudas, muchas dudas. Pero también me tiene a mí, como me tienen todas las personas que han quedado en algún sitio del camino, las que han cruzado la calle, las que se han mudado de barrio, han cambiado de rostro, o sencillamente, las que han quedado sentadas frente al mar.
вторник, сентября 25, 2007
A miles de kilómetros de distancia, alguien pronuncia mi nombre al aire. Pasa como un flashazo, imperceptible para los desprevenidos, para todos aquellos para los que esa voz, diciendo ese nombre, no significa nada, sólo los ocho o diez segundos que ocupa en las ondas radiales. Pero ese nombramiento llega lleno de besos y abrazos. Aquí, en este lugar casi antiséptico, reconocer una voz que no escucho hace cientos de años, me estremece un poco. La persona dueña de esa voz tiene una vida que desconozco casi por completo: sólo alcanzo a imaginar retazos, y a base de esos retazos, he ido hilvanando una historia, casi como si estuviera cosiendo una sobrecama de empates. No sé cuánto de real hay en la vida que le he inventado a esa persona. En esa vida, incluso, estoy yo. Tenemos conversaciones imaginarias, largas y distendidas como las que en verdad podríamos tener en la vida real, o en la vida que ven los demás. No recuerdo ahora cómo logré tal empatía con esta persona. La conocí hace más o menos, 15 millones de años. Yo era una niña dulce que venía de otro planeta, que desconocía por completo la realidad. Mi planeta era muy parecido a una pecera. Todo era perfecto y controlado dentro de las paredes de cristal en la que vivía. Incluso, sospecho ahora que nos ponían motivos alegres, cuadros hermosos donde era posible la esperanza, para que miráramos. Un día, salí. Y me encontré sola, con una maleta enorme, frente al mar. Quería entonces abarcarlo todo, pero por más que abría mis brazos, algo quedaba siempre afuera. Aprendí a vivir así, mirando las olas e imaginando cómo sería todo más allá. Aprendí a vivir también con una maleta detrás de la puerta. Renuncié a la pecera, al mar y me pinté alas. Desde entonces he vivido más de una vida, tal vez cuatro o cinco. Tal vez miles. En ninguna ha estado esta persona. O ha estado en todas. Es una presencia que no necesita ser. Un día hablamos mucho del futuro, de ese futuro que nos estaba separando ya antes de existir. Pero no hubo tristeza. Sabíamos que en algún lugar, algún día, nos reencontraríamos. A veces no es necesario poner punto final, ni siquiera punto y seguido. Bastan dos puntos para que todo adquiera lógica, para que todo sea tan natural como el mar rompiendo en el malecón, o la lluvia rodando calle abajo. Esta persona tiene nombre, una profesión.Tiene sueños y muchas dudas, muchas dudas. Pero también me tiene a mí, como me tienen todas las personas que han quedado en algún sitio del camino, las que han cruzado la calle, las que se han mudado de barrio, han cambiado de rostro, o sencillamente, las que han quedado sentadas frente al mar.
9 Comments:
¿Quién es?
Besos,
C
eso mismo pregunto yo, pero sin besos
Está bonito espero que se trate de mi amigo Cristián Gómez.
Disculpa por la intromisión también me inetersa Ponte, aunque no he leído mucho.
Un gusto conocerte Damaris.
d
Bueno, si dejaras tu nombre, tal vez sabria quien eres y podriamos hablar directamente. Y no, no se trata de tu amigo Cristian Gomez. El nunca ha estado en Cuba. Espero que te identifiques. O me escribas a mi mail. Saludos, Damaris
bueno, demasiados comentarios ya para ese post, y no contestaste a ninguno, aún así me parece que si se de quien se trate,una lastima de no ser.
por si me espetas mi identidad; nunca mas seré mäs que anonimo
Qué lindos los dos punticos sobre la a. ¿eso qué es, vietnamita o alemán? puedes ser todo lo anónimo que quieras. hoy estoy de buen humor, hasta me caen bien los anónimos. Es más, yo misma seré anónima. Y no creo que sepas de quién se trata. No recuerdo haberte hablado nunca de esta persona. Puede que ni siquiera se trate de nadie real, la historia no tiene que ser real. Y mejor no me toquen la tecla, porque ando enrolladísima con la cuestión autor-lector-crítica. Macherey me trae piensa que piensa en el asunto. En fin, si me dan cuerda, sigo hablando hasta la eternidad. Hoy tengo ganas de hablar, y me voy a mi clase preferida ahora. Eso es bueno. Besos para todos -uy, que ando bondadosa hoy, hasta reparto besos-.
Pues si ese ser que nombra lo conozco, bastante y a medias.
Lo siento tan cerca de su descripción y a veces lo desconozco.
Los días y las personas se parecen demasiado cuando son parte de nuestra cotidianidad.
Y por eso Dami, la voz, la voz, las voces, no nos dejan ausentarnos.
Un besito.
(qué chistoso lo que generan las dudas y las interrogantes ajenas)
Querido, tienes toda la razón del mundo: hay voces que no nos dejan ausentarnos. Besos para ti. dpa
A todos los curiosos y anónimos:
Damaris escribió esto por mi. Basta de intrigas!
Yo no sabía aún en el mes de Septiembre que había escuchado mi voz a miles de kilómetros de distancia y no le he dado aún, en el mes de Diciembre, los cientos de besos y abrazos que me gustaría darle, pero definitivamente es una alegría inmensa estar en algún lugar del mundo y tenerla y que me tenga.
Besos amiga. Sabes una cosa? Recuerdo hasta tu caligrafía.
Besin.Yudy
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