суббота, марта 24, 2012


Feliz cumpleaños, hermana.






Hace 12 años mi hermana cumplió años por última vez. Tenía entonces 25 años. ¿Cómo se ve la vida a los 25 años? A veces intento comprender y sentir cómo veía ella la vida a esa edad. Me recuerdo a mí misma cumpliendo 25 años, ya lejos de mi familia, en otro país, en otra lengua. Sola. Ella no: ella cumplió sus 25 años con los que más quería. Ha pasado mucho tiempo y ahora no recuerdo si hablé con ella ese último 24 de marzo. La memoria nos va poniendo trampas y hay recuerdos que se escapan. Esa imposibilidad de atrapar ciertos recuerdos, recuerdos que nos son necesarios para poder mantener nuestro pasado vivo, es frustrante, dolorosa. A veces, incluso, olvido el tono de su voz y por más que me esfuerzo, sólo llegan a mi memoria sonora las voces de muchas otras gentes, algunas incluso fuera de mi más cercano círculo, personas con las que tal vez he cruzado un par de palabras. Y son esas voces las que crean una barrera, que intento apartar y no lo consigo. Busco romper esa barrera, descubrir un pequeño recuerdo sonoro y halar de él, como si recuperando ese pedacito de voz pudiera recuperar a mi hermana. ¿Cómo sería mi hermana hoy? ¿Qué estaría haciendo? Yo misma he cambiado tanto en estos doce años! He venido a otro país, el tercero desde que salí del mío -ja, como si en realidad se tuviera un país como se tienen unos zapatos, un libro-; he comenzado una carrera distinta, tengo dos hijas; soy huérfana de padre y hermana; madre de mi madre. Doce años son mucho tiempo, si se miran desde afuera. Pasan muchas cosas, también por fuera. Tal vez mi hermana se hubiera dedicado a la traducción, como quería. Tal vez aún siguiera esclava de su trabajo en el turismo. Tal vez se hubiera ido ya para otro país. Tal vez, tal vez. No hay respuestas para tantas preguntas. Los amigos más cercanos me decían, hace ya casi doce años, que el tiempo cura el dolor. Y no es cierto. Se aprende a esconderlo, a disimularlo, a vivir con él. Mi hermana muere cada día, con la más absurda de las muertes, la más injusta. Por más que yo la mantenga viva en mí, por más que hable cada día con ella, nunca la puedo recuperar del todo. Mis hijas no conocen a su tía "Lili", como le llaman, y aunque en la casa se hable de la tía Lili como una tía real, para mis hijas esta realidad se reduce a comprarle flores y ponerlas por toda la casa. Mi hija pequeña, hace unos pocos días, le decía a mi mamá que no podíamos comprarle flores a tía Lili ahora porque no iban a durar hasta que pudiéramos llevárselas. Mis hijas nunca sabrán cómo es realmente mi hermana, cómo se sienten sus abrazos, cómo es su voz, o cómo huele su pelo. Para ellas, la tía Lili es una foto, inmóvil, casi siempre con flores, de una muchacha linda que vive en el cementerio.

вторник, февраля 14, 2012

El regreso.

Ha pasado mucho tiempo, mucho tiempo... (uy, ya suena a canción romanticoide!). Creo que va siendo hora de retomar esta manía de escribir sinsentidos, de intentar encontrarle la lógica a lo que no la tiene, de buscar inventarse excusas para seguir vivos.

Volveré, en breve. No importa si tengo un lector o ninguno. Básicamente creo que en realidad siempre he escrito solo para mí.

вторник, февраля 23, 2010

Mi (in)definición política. A raíz de un comentario leído en Facebook.

Esto es así: uno se levanta, con las mejores intenciones de hacer todo con un horario pre-establecido, de adelantar en todo lo que tiene que adelantar para ese día, etcétera, etcétera. Nada, las intenciones son las mejores. Pero de repente, en esa ya rutina matutina de leer los correos, responderlos, leer las noticias, ver qué han escrito tus amigos en facebook y ahí mismo el día destroza su planificación.

Todo esto para decir que acabo de leer en fb una nota publicada por un amigo muy querido, Paquito, sobre el regreso a Cuba de siete cubanos que vivían en Estados Unidos. Regreso definitivo, quiero decir. A partir de la nota se suscitó, lógicamente, un debate entre amigos regados por todas partes del mundo. La lectura de la nota iba por los caminos de la pasividad, de yo como simple espectadora, lectora de las preocupaciones de mis amigos en el mundo. Pero un comentario de Ileana, desde España, provocó que de repente yo me preguntara cómo me defino políticamente. Ileana hablaba, con toda puntualidad, del juego político que está detrás de los fines publicitarios de estas notas -propagandísticos, para ser más exactos- y apelaba a que el regreso al país de origen, Cuba en este caso, no demuestra ni la inferioridad del capitalismo ni la superioridad del comunismo. Y fue en ese preciso momento en que algo en mí comenzó a cuestionar(me). Porque yo me considero, abiertamente lo declaro, como pensante de izquierda. Mi opción siempre será por la izquierda, aun con los descalabros que ésta opción política haya tenido en el mundo -la poca capacidad organizativa y la corrupción, en Chile, por ejemplo-. Mi opción política siempre será a favor de gobiernos que entiendan su responsabilidad social: su responsabilidad para proveer salud y educación a la ciudadanía, para crear canales y opciones de superación no sólo económica, sino también intelectual y humana para la gente... en fin, es redundante hablar de todo esto. Mi problema, entonces, es que para mí Cuba, el gobierno de Cuba, quiero decir, no entra dentro del espectro político de lo que yo entiendo por izquierda. Decir que Cuba es un país socialista, o comunista, dista mucho de lo que yo entiendo por socialismo o por comunismo. Tampoco podría decirse que Cuba sea un país capitalista -o al menos no lo es para todo el mundo-. Entonces la pregunta es ¿qué es Cuba? Yo, por supuesto, no tengo la respuesta. Sé todo lo que no es. Lo que es, lo dejo para los adivinos.
Igual que a Ileana, me parece inapropiado politizar el asunto del regreso de los cubanos. Uno debería tener la opción de elegir dónde vivir, sin convertirse en vocero de ningún gobierno, en marioneta usada para ensalzar o enlodar a ningún sistema político. Lamentablemente eso siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo.
Esos cubanos que han regresado ya tendrán todo el tiempo del mundo para lamentar o congratularse por su decisión. En todo caso, es un asunto privado.

суббота, февраля 20, 2010


Encontrado entre papeles viejos

El árbol ha crecido,
amor,
y sus ramas infinitas
cubren ya todo el patio.
Pero es otoño en mis días
y no hay pájaros que trinen
tanta soledad.
En el tronco
solo deambulan lagartos perdidos
sin historias que contar,
buscando apenas
la frescura de una hendija.
Las hojas al caer
se llevaron todo el verde,
y al arcoiris
no le quedan colores hoy
El árbol
espera la primavera para renacer:
yo espero por ti

вторник, июня 09, 2009



Y estas ganas de no hacer nada:

¿Qué hacer cuando no se quiere hacer nada, cuando no se puede hacer nada? Estar paralizados, de frente a una pared en blanco, con el mundo a tus espaldas, empujando duro tan duro que no puedes más, que quieres gritar, llorar, echar a correr. Pero ya no hay sitios hacia los cuales correr. Nadie te espera en ninguna parte. Estar en la nada, flotando sobre lava espesa. Si tan sólo se poseyeran las palabras, si nos fuera dado desnudarlas, volverlas a vestir, maquillarlas, cambiarles el peinado, la luz que las expone o esconde. Pero no hay palabras, no hay caminos. Sólo este montón de incertidumbres que no llegan ni siquiera a miedo, sólo este hastío de verte cada mañana en el espejo y no reconocerte. ¿Adónde te fuiste, cuándo, con quién? Esta mala copia tuya no tiene sentido, no quiere tenerlo tampoco. ¿Es mejor quedarse quieto, esperar a que alguna puerta se abra, a que el sol caliente el cuarto y confiar en que te calentará a ti también? No lo sé. Dudas, dudas y tantos tantos...

вторник, октября 28, 2008


Por los inextricables caminos de los Comps.

Los mares del sur

(Cesare Pavese. 1930)
(A Monti)

Caminamos una tarde por la falda de un cerro, 

silenciosos. En la sombra del tardo crepúsculo 

mi primo es un gigante vestido de blanco, 

que se mueve pacato, con su rostro bronceado,

taciturno. Callar es nuestra virtud. 

Algún antepasado nuestro debió estar muy solo 

—un gran hombre entre idiotas o un pobre loco— 

para enseñar a los suyos tanto silencio.

Mi primo habló esta tarde. Me pidió

que subiera con él: desde la cumbre se divisa,

en las noches serenas, el reflejo del distante

faro de Turín. “Tú, que vives en Turín...”

me dijo, “...pero tienes razón. Hay que vivir la vida 

lejos del pueblo: se aprovecha y se goza; 

luego, al volver después de cuarenta años, como yo, 

se encuentra todo nuevo. Las Langas no se pierden” 

Todo esto me ha dicho y no habla italiano, 

pero emplea lentamente el dialecto que, como las piedras 

de esta misma colina, es tan abrupto 

que veinte años de idiomas y océanos distintos 

no han podido mellárselo. Y sube la cuesta 

con la misma mirada abstraída que he visto,
de niño, 
en los campesinos un poco cansados.

Veinte años anduvo viajando por el mundo. 

Se fue cuando todavía era yo un niño faldero, 

y lo dieron por muerto. Después oí a las mujeres 

hablando a veces de él, como en una fábula;

pero los hombres, más reservados, lo olvidaron.

Un invierno, a mi padre ya muerto, le llegó una tarjeta 

con una gran estampilla verdosa con naves en un puerto 

y deseos de buena vendimia. Causó gran asombro 

y el niño más crecido explicó con vehemencia 

que el mensaje venía de una isla llamada Tasmania, 

rodeada de un mar más azul y feroces escualos, 

en el Pacífico, al sur de Australia. Y añadió que en verdad 

el primo era pescador de perlas. Y arrancó la estampilla. 

Todos opinaron al respecto, mas coincidieron 

en que si no estaba ya muerto, pronto moriría. 

Luego todos lo olvidaron y pasó mucho tiempo.

Oh, desde que yo jugaba a los piratas malayos,

cuánto tiempo ha pasado. Y desde la última vez

que bajé a bañarme en un sitio mortal

y en un árbol perseguí a un compañero de juegos,

quebrando hermosas ramas, y le rompí la cabeza

a un rival y también me golpearon,

cuánta vida ha transcurrido. Otros días, otros juegos, 

otros sacudimientos de la sangre frente a rivales

más huidizos: los pensamientos y los sueños. 

La ciudad me ha enseñado temores infinitos: 

una multitud, una calle me han hecho temblar; 

un pensamiento, a veces, entrevisto en un rostro. 

Siento aún en los ojos la luz burlona 

de miles de faroles sobre el tropel de pasos. 

Entre otros pocos, mi primo regresó 

al terminar la guerra. Y tenía dinero. 

Los parientes murmuraban: “En un año, cuando mucho, 

se lo come todo y se larga.

Los desesperados mueren así.”

Mi primo tiene un semblante resuelto. Compró una planta baja

en el pueblo y construyó con cemento un taller 

con su flamante bomba al frente, para vender gasolina; 

y sobre el puente, junto a la curva, un gran letrero. 

Luego empleó a un mecánico que le atendía el negocio 

mientras él se paseaba por Las Langas, fumando.

Entretanto se casó en el pueblo. Eligió a una muchacha 

delgada y rubia, como las extranjeras 

que alguna vez encontró por el mundo. 

Pero siguió saliendo solo, vestido de blanco, 

con las manos a la espalda y el rostro bronceado; 

por la mañana iba a las ferias y con aire socarrón 

compraba caballos. Después me explicó, 

al fallarle el proyecto, que su plan 

había sido suprimir las bestias del valle 

y obligar a la gente a comprarle motores. 

“Pero la bestia” decía, “más grande de todas 

he sido yo al pensarlo. Debía saber 

que aquí bueyes y gentes son una misma raza.”

Hemos caminado más de media hora. La cumbre está cercana; 

aumenta en torno nuestro el murmullo y el silbar del viento. 

Mi primo se detiene de pronto y se vuelve: “Este año 

escribiré en el letrero Santo Síefano
siempre ha sido el primero en las fiestas

en el valle del Belbo, aunque respinguen 

los de Canelli.” Y sigue subiendo la cuesta.

Un perfume de tierra y de viento nos envuelve en lo oscuro; 

algunas luces lejanas: granjas, automóviles 

que apenas se oyen. Y pienso en la fuerza 

que devolvió a este hombre, arrancándolo al mar, 

a las tierras lejanas, al silencio que dura. 

Mi primo jamás habla de sus viajes. 

Dice parcamente que ha estado en tal o cual sitio 

y vuelve a pensar en sus motores.

Sólo un sueño 

le ha quedado en la sangre: una vez navegó 

como fogonero en un barco pesquero holandés, el Cetáceo; 

vio volar los pesados arpones al sol, 

vio huir ballenas entre espumas de sangre, 

perseguirlas, lancear sus colas levantadas. 

Me lo contó algunas veces.

Pero cuando le digo 

que está entre los afortunados que han visto la aurora 

en las islas más hermosas del mundo, 

sonríe al recordarlo y responde que el sol 

se levantaba cuando el día ya era viejo para ellos.

вторник, марта 25, 2008

LA FELICIDAD





Una tarde cualquiera. Buen tiempo -el invierno al fin se va, y la brisa fría que corre parece menos con el sol de regreso. Carmen y Mariana plantan algunas flores, al menos eso es lo que pretenden: en realidad se llenan de fango por todas partes. Cristián está sentado en algún banco y yo, de pie, tomo un té, preparado en una tetera bella que Cristián me acaba de regalar. Mami planta algunas flores en unas macetas, con la esperanza de que, en pocas semanas más, nos alegren la casa. Esta tarde he sido feliz. Y eso basta para vivir.