понедельник, мая 21, 2007




Yo soy cubana -aunque por lo general no encaje en los estereotipos o mitos que sobre la cubanía se tienen-. Soy cubana, y esto no es una declaración de patriotismo. Nací en Cuba pero pude haber nacido en cualquier otro lugar. Tengo, por tanto, ciertos lazos o conexiones específicas con ese lugar específico que se llama Cuba, y en particular, con mi ciudad, Matanzas. Hasta ahí todo bien: me gusta ser quien soy, ser lo que soy, haber tenido la vida que tuve mientras viví en Cuba. Jamás se me ocurriría renegar de nada de eso. Pero ser cubana tiene lo suyo. Explico: aunque salí de Cuba hace ya muchos años, sigo siendo cubana. Quiero decir, legalmente. Y esto sí es una complicación. Por ejemplo: necesito un pasaporte cubano para viajar a cualquier parte del mundo, incluida la propia Cuba -claro, si esto fuera posible, porque también legalmente estoy imposibilitada de regresar a ese lugar donde nací-. Tener un pasaporte cubano, como el de la foto, no es una cosa sencilla. Por principio, el trámite es costoso: $350 la solicitud; $100 documento de viaje -esto es un invento cubano que te autoriza a entrar a tu propio país-; $20 por no hacer el trámite personalmente, es decir, por enviarlo por correo; y finalmente, el importe del envío más el sobre prepagado que hay que enviarles para que te manden tu pasaporte. Todo esto para un pasaporte que tiene una validez de sólo dos años. Si el problema fuera de pagar, bien, uno lo hace y punto. Fin de la discusión. Pero no, el asunto no acaba ahí. El verdadero problema es quedar atrapado en las redes de la burocracia cubana. Si cualquier burocracia es horrible -y pienso por ejemplo, en la mexicana, con la que tuve fuertes encontronazos-, la burocracia cubana es algo de otro mundo. Como todas las cosas de Cuba, cabría decir. Porque cuando a uno se le traba algo por alguna parte, hay manera de destrabarlo, alguien a quien reclamarle, alguien a quien sobornar, alguna otra instancia a la cual apelar. Siempre he sentido que la burocracia es el método perfecto para ejercer poder sobre los demás, para humillar, aplastar y sobre todo, convertir la vida de cualquiera en un hollejo de naranja rechupado. Es sencillamente un mecanismo nefasto. Ahora mismo yo estoy atrapada en medio de la burocracia cubana y no tengo manera de desenredar el asunto: solicité mi pasaporte desde el 4 de agosto del 2006. El pago fue hecho correctamente y correctamente cobrado a los poquísimos días. Sin embargo, mi pasaporte brilla por su ausencia. Han pasado 9 largos meses -si fuera bebé ya hubiera nacido- y nada. Me he cansado de llamar, literalmente, al consulado cubano en Washington durante todos estos meses. Solo logré que me atendieran una vez, para enterarme de que mi solicitud había "entrado" en octubre, pero que algo pasaba porque no salía mi pasaporte -como si esto fuera una maquinita donde se echan los papeles por un extremo y por el otro sale el pasaporte cocinado y listo para comer-. Y que por tanto, tenía que ir a Washington. La mujer que me atendió -funcionaria cubana típica: ay, mi vida, pero por qué tú no te das un brinquito a Washington con alguna de esas identificacioncitas que les dan a ustedes en este país, y haces la colita ahí afuera, por orden de llegada...-, no me dio tiempo a explicarle que Iowa está bastante lejos de Washington, que soy estudiante, pobre y con familia numerosa por lo que eso del brinquito no podía ser. Sencillamente, me colgó cuando yo intentaba hablar a la velocidad de la luz para preguntarle qué pasaba con mi pasaporte. Ahora ni siquiera me logro comunicar. El teléfono al cual llamaba parece haber sido desconectado -falta de pago?-. ¿A quién le reclamo? ¿Qué hago? La verdad es tan simple como cruel: no hay nadie a quien reclamarle y lo mejor que puedo hacer es tomarme el asunto con calma, olvidarme de LASA en Canadá en septiembre y esperar pacientemente los tres años y 10 meses que me faltan para poder solicitar la ciudadanía gringa y entonces sí despedirme para siempre de los trámites con Cuba.

вторник, мая 08, 2007


Nota a mis dos lectores:

Ha pasado más de un mes y he mostrado una falta de disciplina imperdonable en esto de actualizar el blog, indisciplina solo comparable a la de cierto amigo cubano cuyo nombre me reservo. Pero como se acaba el semestre -las clases ya acabaron desde el viernes pasado- pronto tendré tiempo para perder a gusto y subir algo acá. No sé de qué hablaré. Pero a veces el tema es lo de menos, es solo una justificación para estar cerca de la gente que nos interesa. Besos a todos: más o menos conocidos, amigos, parientes, visitantes de turno, noctámbulos sin ocupación fija más que saltar de un blog a otro -por cierto, eso de saltar de un blog a otro a veces nos lleva hasta sitios inesperados. Saludos primaverales-veraniegos.